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Monday, July 4, 2011

Prostitución, drogas y pandillas

Por Rafael Prieto Zartha

No pude asistir a la fanfarria con que la gobernadora de Carolina del Sur, Nikki Haley, realizó la firma de la Ley estatal SB 20, que
criminaliza a los indocumentados en su estado, pero la corresponsal de EFE en las Carolinas, Alexandra Vilchez, me contó los detalles del ágape.
Con su acostumbrada pose soberbia sobre el tema, la mandataria surcarolina, descendiente de inmigrantes de la India, invitó a los que no tienen papeles a largarse de su estado.
Durante la conferencia de prensa, cada respuesta firme de Haley contra los indocumentados fue seguida por atronadores aplausos de los asistentes al Capitolio en Columbia, donde todavía flamea la bandera de la Confederación, que recuerda con nostalgia la Guerra de Secesión perdida, que se inició en ese estado en el Siglo 19 para mantener a los negros bajo las cadenas de la esclavitud.
Pero lo más sobresaliente del encuentro con los medios fueron las palabras del senador Larry Grooms que aseveró que los “ilegales” “traen a nuestras comunidades prostitución, drogas y pandillas”.
La pregunta apropiada para este padre de familia, devoto cristiano, que está a favor del porte libre de armas, es que pruebas fehacientes tiene de su afirmación.
¿Cuántas prostitutas hispanas conoce? ¿Cuántos narcotraficantes? ¿Cuántos integrantes de “gangas”? ¿Dónde están las estadísticas? ¿Dónde están las pruebas?
Seguramente alguien como él que ha sido galardonado con el Premio de Senador Estatal Humano por parte de la Sociedad Humana de Estados Unidos debe tener las evidencias a la mano.
En caso contrario, de que no tenga comprobantes, en términos bíblicos el legislador podría caber en la categoría de “sepulcro blanqueado”.
La organización antiinmigrante Federación para la Reforma de Inmigración Americana (FAIR) calculaba que en 2008 había 75 mil indocumentados radicados en Carolina del Sur. ¿Cuántos de esos serían prostitutas, narcotraficantes y pandilleros?
Estoy seguro que muy pocos y estoy seguro que antes del flujo de inmigración indocumentada hispana hacia Carolina del Sur ya el estado tenía sus propias prostitutas, vendedores de drogas y pandilleros.
¿Acaso podrían se bandidos los hermanos Moisés y Rigoberto Xaca, de 17 y 15 años de edad, que murieron aplastados en un túnel en 2003, cuando
trabajaban en la construcción de una escuela en la localidad de Blithewood?
En 2005, con 3 % de población, los hispanos registraban 20 % de muertos y lesionados en sitios de trabajo.
He tenido la dicha de recorrer algunos lugares de Carolina del Sur. He viajado a la preciosa Charleston, me he bañado en las playas de la Isla de las Palmas.
He estado en Rock Hill y en Fort Mill, y hace unos meses tuve la suerte de realizar junto con Alexandra, un especial sobre ese estado para ImpreMedia, la empresa propietaria de El Diario-La Prensa de Nueva York y La Opinión de Los Angeles, los dos diarios en español más antiguos del país.
Se trataba del proyecto “El futuro es ahora”, que analiza estado por estado los resultados del Censo de 2010 y presenta perfiles, tendencias,datos y personajes latinos.
Así compartí una madrugada con los caballerangos de Aiken, gente extraordinaria salida de San Juan Palmira, Michoacán, México, que cuida y entrena los equinos que compiten en los hipódromos más importantes del país.
En Columbia aprendí que las bases militares fueron el primer foco de inmigración hispana hacia el estado, compuesta fundamentalmente por puertorriqueños, mexicanos, cubanos y panameños. Me comí la mejores empanadas colombianas en Greenville, donde los colombianos han forjado prósperas empresas.
No me topé con bandidas, ni bandidos, sino con gente trabajadora con el espíritu de los sacrificados hermanos Xaca, que no son el retrato que pinta el senador Grooms.

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